Escrito por: Maria Cristina Angel – Fisioterapeuta y Entrenadora Certificada de Low Pressure Fitness (LPF-CT)
Durante los últimos meses el COVID-19 nos ha puesto a pensar en cómo mejorar el sistema inmunológico. En medio del aislamiento muchos han empezado a hacer ejercicio, se ha aumentado el consumo de Vitamina C, ha tocado cambiar hábitos y una infinidad de cosas más, pero pocos saben de la relación entre la respiración y el fortalecimiento del sistema inmune.
Esto parece un poco contradictorio cuando sabemos que el virus entra por ojos, nariz y boca afectando principalmente el sistema respiratorio, produciendo dificultad respiratoria severa, requiriendo de soporte ventilatorio y en algunos pacientes puede llevar a la muerte.
Los adultos respiramos entre 12 y 20 veces por minuto, es una función vital y el cuerpo lo hace de forma automática por así decirlo. Se altera con el estrés, las posturas incorrectas y la falta de ejercicio, entre otros, pero al ser automático el cuerpo hace compensaciones y “correcciones” para asegurar el intercambio de oxígeno y dióxido de carbono, aunque este sea ineficiente.
Es el momento de hacer una pausa, respirar profundo y poner atención, ya que la respiración no solo nos mantiene vivos por el intercambio gaseoso sino por las acciones que realiza en conjunto con otros sistemas corporales. Acciones que se ven potencializadas o disminuidas por el patrón respiratorio.
Entonces, ¿cómo potencializar el sistema inmunológico con la respiración?
El inspirar por la nariz tiene un efecto termorregulador del cerebro, controla el pH, regula reacciones endocrinas y metabólicas, regula el sueño y la vigilia. Además, el aire se enriquece por óxido nítrico, que favorece la fijación del oxígeno en los glóbulos rojos. Si se inspira por la boca se pierden todas estas posibilidades para el equilibrio corporal.
La respiración abdominal es mucho mejor que la respiración torácica. Los pulmones siguen el descenso del diafragma en dirección de la cavidad abdominal y en consecuencia el abdomen se dilata. La respiración abdominal implica los músculos respiratorios por lo que se consume menos energía.
Además, con este tipo de respiración se utiliza el volumen pulmonar entero, lo que permite que el aire entre en la parte inferior de los pulmones y que el oxígeno llegue a más alveolos. En consecuencia, hay más oxígeno disponible para su distribución en el organismo.
En la espiración nasal se crea un fenómeno muy especial que se llama entalpia nasal. Es un mecanismo de compensación que permite recuperar el exceso de energía que se escapa en cada espiración. ¿Cómo es posible? Pues la recuperación del vapor de agua que deja el CO2 al salir por las fosas, permite reutilizarlo para humidificar el que entra, más frío y seco, ahorrando así energía (1).
¿Qué hacer?
Se recomienda realizar actividad física que no sólo se enfoque en lo físico, sino que también tenga un enfoque respiratorio, de relajación y por qué no, meditación. Teniendo en cuenta que las alteraciones emocionales y psicológicas también disminuyen la respuesta inmunológica.
Desde mi visión y experiencia como Fisioterapeuta, considerando que debemos disminuir factores de riesgo patológicos y de lesiones, que la actividad debe enfocarse en una correcta respiración durante la práctica y que se fortalezca la musculatura respiratoria adecuadamente, recomiendo la práctica regular de Hipopresivos, Pilates y Yoga.
Además, estos ejercicios se pueden realizar previo o posterior a patologías respiratorias en las que se altera la capacidad pulmonar, hay atrofia muscular respiratoria y/o generalizada y desacondicionamiento físico, como es el caso del COVID-19.
Es importante hacerlos bajo la supervisión de personas entrenadas que garanticen una buena práctica.